Bueno,
una vez presentado, tengo algo que compartirles:
He
nacido en una familia con tradicionales costumbres católicas. He sido
bautizado siendo un bebé, he estudiado el Catecismo en
tiempo de mi Primera Comunión (1968); también oportunamente recibí la
Confirmación, y desde mi Jardín de Infantes (a los 4 años) hasta 5° año del
secundario (a mis 18 años), asistí a colegios católicos (de los Hermanos de la
Misericordia).
Siempre
me he considerado una "buena persona", y además en mis estudios
obtenía generalmente buenas calificaciones, lo que me sirvió para
ganarme una reputación de respeto y consideración, tanto entre mis
profesores, como entre mis amigos.
No obstante, hasta
mis 30 años andaba por la vida como la mayoría de la gente vive
actualmente: sin motivación, sin objetivos, sin respuestas; SIN
VERDADERA PAZ , deseando... "Suerte..!!", colgando cintitas rojas (por las dudas que
"sirvan para algo"), creyendo que tenía el Cielo ganado por ser
una persona buena, teniéndole simpatía a cuanta estampita me cayera
cerca.. que la virgen tal.. que el santo tal..., y suponía que
"cumplía" con Dios yendo a Misa dominical y persignándome
al pasar frente a una iglesia. Y que además no estaba tan mal si
me acordaba de Él solo cuando necesitaba algo, o me pasaba algo malo. Eso
aprendí desde chico, confiado de que, aunque no me quedara muy claro, yo
estaba siendo agradable a Dios si hacía lo que la Iglesia (Institución) me
indicaba...
Que equivocado estaba...
Un
domingo de 1992, me invitaron a asistir a la celebración de un "Culto Evangélico".
No
puedo negar que tomé la propuesta con no poca desconfianza. Durante toda
mi vida me habían inculcado que "esos evangelistas" son todos
"fanáticos", te "lavan el cerebro" y te "sacan
la plata".
De todas maneras, yo tenía edad suficiente como para poder evaluar
objetivamente cada circunstancia.
Una vez que llegamos al lugar, lo primero que me llamó
la atención es no ver un edificio como a los que estaba acostumbrado, con
altos campanarios, ventanales de vitreaux, luz difusa y mucha
vela.
El lugar era un gran salón cubierto, con muchas sillas, y contra una
pared una gran plataforma.
Cuando
entré a ese lugar, sentí que estaba como "en otro planeta", algo
distinto a cualquier otro lugar (especialmente a otro lugar
"religioso" de los que yo conocía). La paz y la felicidad se respiraban. Sentía
un amor extraño en la mirada de la gente (unas 500), lindo, incomparable.
Las caras y expresiones de las personas presentes denotaban evidente deseo
y satisfacción por estar allí, algo por demás contrastante con los rostros
apesadumbrados a los que estaba acostumbrado a ver en las Misas.
Escuchaba la predicación de un señor de saco y corbata que decía cosas
reales, ciertas, que me pasaban también a mí y que necesitaba que
alguien, alguna vez, me las dijera, para sacarlas a la luz. Este señor hacía
referencia continuamente a cosas escritas en La Biblia, libro del cual
hasta ese momento yo conocía muy poco. En realidad, nada, pues jamás, en
mis 30 años de Católico Romano, alguna autoridad de la Iglesia me había
siquiera insinuado la importancia y utilidad de leerla, mucho menos de
estudiarla, meditarla, discernirla. Escuchaba al predicador con un interés
insospechado. Este predicador hablaba de Dios, con una autoridad notable
que no venía ni de un acento "latinizado", ni del retumbe de su voz en
alguna abovedada construcción, ni de su atuendo o escenografía, sino que
provenía de LA FUENTE que empleaba como base de su enseñanza: Las Sagradas
Escrituras.
Sentí una necesidad tremenda de
volver otro día y seguir escuchando sus mensajes. Algo me decía "...tenés
que estar allí, ese es el camino, esa es la verdad...". A partir de
ese momento se comenzó a correr el velo que tenía delante de mis ojos,
empecé a entender un montón de cosas y empecé a sentir que estaba vivo
de verdad.
Acepté al Señor Jesucristo como mi único y suficiente Salvador y en mi
vida comenzaron a pasar cosas realmente sorprendentes, nuevas, hermosas.
Comencé
a organizarme de otra manera. A tener otras prioridades. A disfrutar las
cosas sencillas y a ignorar las superfluas, aquellas que la sociedad nos
impone y por las cuales corremos durante gran parte de nuestra vida, sin
saber para que. Mi situación económica prosperó a niveles nunca
sospechados por mi. El amor que había crecido adentro mío, era tan
grande, que sucedieron cambios hasta en mi comportamiento. Veía con
desagrado decir palabras groseras, no necesité seguir apostando dinero en
juegos de azar. Sin darme cuenta dejé de fumar. Comencé a tener
objetivos. Y fundamentalmente, comencé a vivir en paz.
La brújula de mi vida estaba tomando el rumbo correcto, el que siempre
debió tener. Ese rumbo correcto está claramente señalado en el
"manual del fabricante de los seres humanos": La Biblia.
La
persona que alguna vez me invitó a un "Culto Evangélico" es Elizabeth, mi esposa, a quien amo con todo mi corazón y a quien le voy a
estar infinitamente agradecido por aquella primera invitación.
Pero
tengo bien en claro que el que hizo la obra fue Jesucristo, el que me
perdonó todos mis pecados fue Jesucristo, el que puso a Elizabeth en mi
vida fue Jesucristo, el que murió por mis pecados Y
LOS TUYOS fue Jesucristo
y el que por gracia me regaló la felicidad eterna fue JESUCRISTO.
Por
tal motivo mi gozo y mi agradecimiento hacia El no tiene límites. Y como
hijo suyo me reconforto sirviéndole, desarrollando mi página Web "Conocereis la Verdad" (que te invito a conocer),
una forma más de predicar el Evangelio, ofrenda insignificante comparado
con lo que El hizo por mi.
No
importa quien seas, o qué hayas hecho, o qué edad tengas, o cuán religioso
supongas que seas. Arrepentite de
tus pecados y pedile de corazón que gobierne tu vida. El Señor Jesús, en
su infinito amor, está esperando tu arrepentimiento para darte el regalo
mas valioso que te puedas imaginar: sencillamente... UNA
NUEVA VIDA. Así fue conmigo ¿por qué no podría suceder también
contigo?
Si
aún no lo has hecho... ¿deseas abrirle la puerta de tu corazón a
Jesús...? Te aseguro que nunca nada volverá a ser igual... VEN
"
Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he
aquí, todas son hechas nuevas..."
QUE DIOS TE BENDIGA |