Lo que puede detener a un hombre:

 Por Luis Gabriel César Isunza.

Siempre me he preguntado, ¿cuáles son las cosas que pueden detener a un hombre?

Esta es una pregunta que además de ser respondida  por el género masculino, tiene que serlo de manera intensamente personal. Las cosas que pueden detener a un hombre, incluso a un grupo de hombres, varían de acuerdo a los momentos de crisis que están pasando.

Es muy común ver  construcciones “a medias”, es decir, edificios, casas, centros de escombros, hierros viejos, oxidados, y cemento que se echó a perder por falta de uso. Cada vez que paso por una de esas edificaciones a medias me pregunto:¿ por qué se detuvieron?. Creo que las razones van desde la falta de permisos y escasez de efectivo, hasta un problema entre socios que produjo tal desacuerdo que hizo que el proyecto se abandonara. Pero insisto, ¿qué puede detener a un hombre?

Pensemos no solo en edificios a medio construir, sino en familias a medio edificar, amistades que se truncaron para siempre, proyectos de vida que jamás se realizaron, hijos que nunca llegaron a ser lo que los padres soñaban, carreras profesionales que se dejaron a la mitad. ¿Qué pasó? ¿qué los detuvo? O ¿quién los detuvo?

Algo que he visto en estos laberintos truncados es sin lugar a dudas que la verdadera grandeza de un hombre está determinada por lo que tendría que suceder para detenerlo; en pocas palabras, que el tamaño del problema determina la medida de la tenacidad y grandeza de un ser humano. 

¿Habrá algunos “pendientes” actualmente en su vida?

Siempre me ha impresionado la historia de lo que conocemos como “la Torre de Babel”, un grupo de personas de la antigüedad que tenían tal compromiso con la vida que, según esta historia, Dios tuvo que “descender” para detenerlos. Eran hombres con propósitos definidos, estaban obsesionados con construir una torre y una ciudad, cuya altura llegara a los cielos. Tenían un proyecto de vida. Sabían lo que querían hacer. Existía un fuego en su corazón que los consumía hasta ver el proyecto terminado. También eran hombres que establecieron una buena comunicación. Compartieron su visión, su sueño, y no sólo eso, sino que también la manera en que se lograría el proyecto.

A menudo nosotros tenemos metas muy buenas y ambiciosas, pero ¿lo saben los demás? ¿Estamos seguros de estar yendo al mismo lugar? Una cosa más que me llama la atención es el hecho de lo que la misma historia declara: “nada les hará desistir de lo que han pensado hacer”, a esto lo llamo determinación. Me sorprende el hecho de que este grupo de hombres carecía de los avances científicos y tecnológicos con los que contamos hoy en día, pero aún así persistieron.

La historia no acaba allí, dice que la manera en que dejaron de construir su proyecto fue confundiendo su lengua. Algunos conocedores opinan que esta fue la creación de los diversos lenguajes de la humanidad y, aunque este no es el asunto a tratar en esta ocasión, lo que sí me atrevo a decir es que cuando rompieron su comunicación, dejaron el proyecto.

Es curioso notar que lo único necesario fue cortar la comunicación.

Considero que la falta de comunicación es uno de los problemas más serios de los hombres hoy en día, y trae como consecuencia graves problemas en todos los ámbitos de la vida.

¿Qué tan enterados estamos de los problemas de nuestra familia?

¿Conocemos a ciencia cierta lo que pasa por la mente y corazón de nuestra esposa e hijos?

¿Sabemos sus verdaderos temores y angustias o sólo los imaginamos?.

 Nuevamente tengo que preguntar: ¿qué es lo que detiene a un hombre?

Sería sabio tomarnos un tiempo pertinente, y dar una mirada retrospectiva para observar cuántos proyectos a medias están esperando que les dediquemos tiempo. Quizá sean libros por leer, relaciones que componer, cuentas que cubrir, llamadas telefónicas pendientes, cartas para enviar, esposas que atender, hijos con quienes debemos compartir más tiempo.

Querido lector, ¿ha detenido algún proyecto, ya sea familiar, laboral, espiritual, etc?. ¿Ya pensó cuál fue la causa?. Si el proyecto vale la pena, siga adelante, comprométase con la vida, con Dios, con la gente que usted aprecia, y no pare, no importa cuán duro sea el camino; quizá cuando el cielo lo vea, alguien “descienda” para animarlo.

APUNTES PASTORALES.

 
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