Temario:
  1. Introducción.

  2. El día en que Jesús nació.

  3. Una mezcla de tradiciones:

  4. La comida.

  5. El famoso árbol de Navidad.

  6. La mesa compartida.

  7. Los villancicos.

  8. La figura de papá Noel.

  9. Reflexión final.


 

Introducción:

 

Esta forma de entender una fecha tan especial no es una casualidad.

¡Cuántos recuerdos se agolpan en nuestras mentes cuando recordamos las reuniones navideñas; en especial las de nuestra niñez!

A pesar de los años que se nos cayeron encima, todavía podemos sentir el recuerdo de la inigualable ilusión de la llegada de “papá Noel” y su inagotable bolsa de regalos.

En este espacio podrás volcar tu “bolsa de recuerdos” y sin duda alguna sentirás emociones de todo tipo.

El objetivo del trabajo de hoy es arrojar un poco de luz sobre ciertos aspectos que rodean a la Navidad, e intentar poner en nuestros corazones un poco más del verdadero sentido que debe tener.

Ruego a Dios te bendiga en abundancia y resplandezca Su luz admirable sobre ti. 

 

 

El día en que Jesús nació:

Acerca del día del nacimiento de nuestro Salvador mucho se ha escrito, y son variadas las conclusiones. No pretendo aquí entrar de lleno en ese estudio, aunque recuerdo que en trabajo anterior pudimos concluir que nuestro Señor nació un once de septiembre y no un veinticuatro de diciembre, tal como la tradición nos lo enseña.

Eruditos bíblicos han destacado que el Mesías habría nacido en el otoño del hemisferio norte. En esa época del año sí es posible que los pastores hayan estado durmiendo a la intemperie, cosa que no pudo haber ocurrido en el crudo invierno de fines de diciembre, cuando habitualmente nieva en Palestina.

Si leemos atentamente la historia de la iglesia del primer siglo, veremos que nuestros antiguos hermanos no festejaban la Navidad.

Según la licenciada Lucía Solís Tolosa, en el siglo IV, San Cirilo, Obispo de Jerusalén, fijó esta fecha para “cristianizar”, intentando con ello dar a un acontecimiento pagano una carga de espiritualidad religiosa. Me refiero a que este obispo intentaba hacer olvidar la fiesta pagana de las “Saturnales”, la “Natalia Invicta” o “Fiesta del Sol”.

Esta fiesta conmemoraba el resurgimiento del sol después del solsticio de invierno, cuando el astro llega a su punto más bajo en el horizonte y después comienza nuevamente a ascender (cosa que podemos ver en nuestro hemisferio sur a fin de junio).

La “Fiesta del Sol” era ampliamente famosa y muchos pueblos de la antigüedad la celebraban con verdadera alegría. Fue por ello que el obispo trató de capitalizar la oportunidad para que el nacimiento de Jesús entroncara con esta fiesta pagana muy antigua del renacimiento anual del sol. Esto le da gran parte del carácter universal que tiene hoy la Navidad, y explica también que en la celebración navideña estén incorporadas muchas tradiciones, algunas de origen tal ancestral que apenas se comprenden, y que nada tienen que ver con el acontecimiento religioso.

En efecto, al extenderse, el cristianismo fue sumando los aportes de cada cultura y luego trasladándolos de un sitio a otro. Estimo que esta forma de incorporar y mezclar costumbres de cada cultura fue un imponderable al que tuvieron que enfrentarse los líderes religiosos de aquellos tiempos, y evaluar su conveniencia. A juzgar por el resultado al que se llega en nuestros tiempos, hubiera sido mejor intentar remarcar más los méritos de Jesús como nuestro único camino al Reino de Dios.

Pero como mi objetivo no es marcar errores y aciertos, sino buscar explicación a las situaciones cotidianas, prefiero continuar con la búsqueda de respuestas.

 Más tarde, sobre todo desde hace un siglo aproximadamente, surgieron nuevas costumbres propuestas por los comerciantes, y aquí es donde lo pagano toma lamentablemente más trascendencia que lo espiritual. Así es como hoy estamos familiarizados y practicamos muchos gestos cuyo origen no conocemos, pero que en conjunto forman una especie de ritual festivo y conmovedor del que resulta casi imposible marginarse.

Los medios de comunicación saturan nuestra mente durante los días navideños con mensajes comerciales, destinados sobre todo a persuadir a las personas a comprar regalos y alimentos especiales para la fecha. Y ninguno de ellos pretende glorificar a Dios con ello, sino que lo hacen sin aludir al significado de la celebración, por lo cual sólo queda la cáscara brillante y ruidosa de una fiesta que tiene un sentido mucho más profundo, o al menos debiera tenerlo.

Existe un riesgo cierto de desgastar y hasta de perder, con el tiempo, ese sentido espiritual, y quedarnos con lo externo que muchas veces, es ajeno y hasta contradictorio con el espíritu cristiano de la Navidad.

El espíritu “cristiano” de la Navidad: ¿Estaremos a tiempo de rescatarlo todavía? Creemos que sí.

Pero en rigor de verdad, debiéramos hacer de vez en cuando un sincero repaso de lo que sabemos acerca del espíritu cristiano navideño. Y estimo que una excelente oportunidad es en estos días previos a la fiesta anual.

 

 

Una mezcla de tradiciones:

 

La comida:

Uno de los signos más notables de la amalgama de tradiciones es que en el hemisferio sur conservamos muchas costumbres que nuestros antepasados trajeron consigo y que tienen que ver con su lugar de origen, la mayoría de ellos procedentes de los rigurosos inviernos de los países del hemisferio norte.

Todos los sudamericanos sabemos muy bien que este es el verdadero motivo por el que comemos a una temperatura ambiente promedio de 32 grados centígrados, comidas altamente calóricas como pavos asados, arrollados de todo tipo, lechones, etc, por supuesto mezclado todo ello con las nueces, almendras, turrones, panes dulces desbordantes de frutas secas y abrillantadas, higos secos, avellanas y maníes.

Claro que la ingesta de tremenda cantidad de variados alimentos nos invita a refrescarnos la garganta con todo tipo de bebidas, concluyendo con la infaltable sidra y el tan esperado “clericó”.

Y en nuestra querida tierra, Argentina, como no nos alcanza con la “noche buena”, seguimos comiendo al día siguiente: claro, porque tenemos que festejar la “Navidad”.

Jamás entendí porqué comemos ese día como si fuese el último de nuestra vida, pero en realidad así ha sido desde que tengo uso de razón, y debo reconocer con cierta vergüenza que no veo tampoco que hagamos mucho para cambiarlo.

Verdaderamente nos gusta comer en abundancia, y punto.

Sin embargo, si recordásemos en esos momentos, que nuestro cuerpo es el templo de Dios, y que es nuestra responsabilidad tratarlo y cuidarlo como para presentarlo a nuestro Padre Celestial, muy probablemente nos abstendríamos de cometer los tan habituales “abusos”.

1Corintios 3:16 (RVA) ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

1Corintios 6:19 (RVA) ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
20 Pues habéis sido comprados por precio. Por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo.
{Algunos mss. antiguos incluyen y vuestro espíritu, los cuales son de Dios.}

Hemos sido comprados por precio... la “preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo” derramada en la cruz del calvario !!!

Y como siempre, hallamos presente el amor de Dios y Su voluntad de respetar nuestro libre albedrío. Por lo tanto, nos deja decidir si vamos a glorificarlo en nuestro cuerpo o no.

Comer y beber con absoluto control y moderación es un modo más de dar gloria a nuestro Padre.

Lamentablemente muchos de nosotros olvidamos qué tipo de templo viviente somos, y nos abandonamos en mayor o menor medida a los placeres de la tan tentadora mesa de variados manjares. Y no es de extrañarse que así ocurra, por cuanto es otro indicio más de lo mal que entendemos “el valor de ser hijos de Dios”.

Quiero decir concretamente: Que en nuestro diario vivir ¡tantas veces no ponemos a Dios primero!...

Esto tiene directa relación con esta tan en boga modalidad de decir:

Por supuesto que creo en Dios, pero a mi manera...

1.     Yo oro cuando lo siento,

2.     Yo voy al culto cuando quiero,

3.     Yo no voy a permitir que ninguno de estos pastores modernos me diga qué es lo que tengo que hacer..., después de todo son tan hombres de carne y hueso como yo,

4.     Mi dinero lo manejo yo, pues para eso me lo gané. Yo decidiré dónde debo invertirlo para la obra de Dios,

5.     Considerando el mundo actual, yo soy una “buena persona”, no hago mal a nadie.

Esta peligrosa forma de creer en Dios de un modo distinto al que Dios mismo estableció para relacionarnos con Él, es uno de los más frecuentes errores que demuestran lo poco que conocemos a nuestro precioso Padre Celestial; esto no es más que decir que Dios está después de lo que Ud. quiera, piense o decida hacer.

¿Verdaderamente cree que es posible que Dios lo bendiga mientras Ud. continúe ocupando el lugar que legítimamente le corresponde a Dios?

En definitiva la pregunta final es: Para Ud. ¿Quién es Dios?

Anhelamos tan solo invitarlo a la reflexión.

¡Dios lo bendiga en abundancia y amor!

 

 

El famoso “árbol de Navidad”:

El “famoso árbol de Navidad”..., quizás el elemento simbólico más difundido junto con la estrella de Belén, que tiene su origen en el norte de Europa, en las áreas culturales germanas y nórdicas.

Entre los pueblos de esas latitudes que fueron cristianizados, el sentido religioso que la iglesia acercó, se mezcló con las celebraciones invernales que ya incluían “cultos al árbol”, sobre todo a las especies más fuertes como el roble, o a las que permanecen verdes en medio de la nieve, como el abeto.

El culto a este tipo especial de árboles tenía por finalidad asegurar la continuidad de la vida, dado que no habían oído aún que la verdadera vida ya había sido ganada para la humanidad toda por parte de Jesús a través de Su sacrificio voluntario. Por lo tanto ellos se esforzaban en pedir que renazca todo en la siguiente primavera rindiéndole culto al árbol indicado. Y así se mezcló una vez más, lo religioso con lo pagano, desde el momento en que se aceptó que junto con la adoración del “niño Jesús”, se continuara adorando a un árbol.

El árbol era un signo fuerte de la vida.

Evidentemente el sentido de la tradición de la adoración al árbol ha cambiado. Si así no fuera, ¿cómo podríamos siquiera imaginarnos ver en un árbol de plástico un signo fuerte de la vida? Pero sea como fuere, la realidad nos muestra que el árbol de Navidad es un elemento infaltable en todo hogar, llámese cristiano o no.

Hemos conservado la imagen y apariencia de una tradición pagana, aunque sin mantener la conciencia de ello.

Creo que los creyentes cristianos debemos tener muy en claro el verdadero origen y significado del "árbol de Navidad", para que tengamos autoridad espiritual para apartar lo pagano de las verdades de Dios, y poder así alabar a Quien realmente merece nuestra alabanza: Dios y su Hijo Unigénito Jesús.

 

  

La mesa compartida:

Cuando yo era un niño, recuerdo las inmensas mesas navideñas en la casa de mi abuelo Juan, llena de familiares y amigos. Y como buena familia descendiente de inmigrantes italianos, luchamos cada año por mantener la tradición de estar “todos juntos”.

Sin embargo, debo reconocer con mucho dolor y por la gracia de Dios sin ningún reproche, que durante tantas y tantas Navidades, no recuerdo una sola de ellas precedida por una profunda y sincera oración de gracias a Quien verdaderamente se las merece y debiera ser “el motivo” por el cual nos reunimos, me refiero a Dios y Su Hijo Jesús.

Y este es uno de los síntomas verdaderamente más alarmantes. ¡Cuidado, por favor!

Verdaderamente la Navidad se nos está transformando en un ritual más, en una reunión familiar si lo prefiere, pero no deja de ser una simple oportunidad más para pasar unas horas juntos, comiendo y hablando de temas generalmente intrascendentes, cuando en realidad tenemos y desperdiciamos la oportunidad única de juntarnos “todos” los miembros de cada familia para adorar y glorificar y dar gracias a Dios.

¿Pensó alguna vez cuántas oportunidades más durante el año tiene para estar reunido con sus familiares y amigos íntimos todos juntos? Probablemente se sorprenda al tomar conciencia que en la Navidad es el único día que todos sin excepción se reúnen alrededor de una mesa.

¿Y cuántos de nosotros daríamos hasta lo que no tenemos para volver a vivir una de “aquellas Navidades” en las que teníamos a todos los que hoy no están? Sin embargo, y conscientes de ello, ¿porqué no aprovechamos la oportunidad inigualable de estar todos juntos para testimoniar a los que aún no abrazaron a nuestro Señor? Si hacemos esto, si presentamos a nuestro Señor Jesucristo y dejamos que Dios salve sus almas, nos aseguraremos de tenerlos con nosotros en la vida eterna que Dios regala a todos aquellos que crean en Su Hijo Jesús.

¿Somos hijos de Dios, nos reconocemos como tales? Por supuesto que SI.

Entonces: ¿porqué no aprovechar esta Navidad inminente para mostrarle a los familiares y amigos que todavía no conocen a Jesús, que Él está vivo, presente, amándonos y cuidándonos, y que lo único que desea fervientemente es que le regalemos una sonrisa, una caricia espiritual y una plegaria reconociéndole Sus méritos y sacrificio?

Pero volviendo al tema, la mesa compartida evoca una antigua costumbre de los países nórdicos. Justo en el momento más duro del invierno, después de haber guardado y racionado celosamente los alimentos conservados desde el verano para que duren toda la temporada, comer algo especial e intercambiar con los amigos y vecinos lo que cada uno tenía era como un recreo, un acontecimiento feliz que iluminaba y ponía un poco de alegría a la dureza y a las privaciones de la temporada.

Hacer todo esto con cordialidad y sincero amor constituía un paréntesis en el retraimiento que provocaba el casi obligatorio encierro invernal.

Depende de nosotros, como siempre, si la mesa compartida de esta Navidad será un tiempo de comer con familiares y amigos, o muy por el contrario, una inolvidable experiencia espiritual de compartir nuestra mesa con Jesús.

Le pregunto: Si usted supiera que está el Señor Jesús a su puerta aguardando que lo invite, ¿le negaría un lugar en su mesa? Por supuesto que no. Yo no dudaría un instante en darle el lugar de mayor privilegio.

Sin embargo, ¿Sabe Ud. dónde está Jesús ahora y dónde estará en la cena de Navidad? Lea por favor:

Apocalipsis 3:20 (RVA) He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.

Jesús llama. La decisión de abrirle es exclusivamente suya. Anímese !!!

 

  

Los villancicos:

Los villancicos o cánticos navideños se remontan a la Inglaterra del siglo XIII.

Como la música sacra era más bien culta y se limitaba a los monasterios, surgió la necesidad de tener también una expresión en las iglesias de pueblo para alegrar la Navidad.

Al comienzo surgieron estas canciones acompañadas con representaciones que se hacían dentro de los atrios de las iglesias. Como algunos cuadros eran muy realistas o inconvenientes por tener elementos extraños al sentido religioso, el clero suprimió esas celebraciones dentro del templo y los cantantes populares no tuvieron más alternativa que ir de casa en casa.

Por supuesto, y como una prueba más del amor de Dios y su carácter alegre y deseoso de oír la voz de Sus hijos, la necedad de los líderes religiosos no pudo acallar la voz del verdadero pueblo de Dios, y tal como se llevara a cabo en los tiempos de la iglesia del primer siglo, las reuniones (en este caso de cánticos espirituales de alabanza y agradecimiento a Dios) se llevaron a cabo en las casas de los creyentes.

Ya instalada la costumbre de celebrar también con cánticos espirituales, y ante el efecto contraproducente causado por la medida de desalojar a los cantantes populares de las iglesias, los responsables religiosos permitieron el regreso de este tipo de música a los templos. La costumbre se afianzó y aún se conserva por el encanto y la expresividad de las canciones dedicadas al niño Jesús.

Le pregunto: ¿Cuántas canciones navideñas comparte ese día con sus hijos, nietos, sobrinos y amigos? ¿Una, cinco, veinte, tantas que no recuerda o ninguna? Permítame recordarle (en el supuesto caso que sea Ud. una de las personas que no canta en Navidad) que si alguien le robó la alegría de cantar, no ha sido Dios, que es Dios de los vivos, y por lo tanto pueden cantar.

Y no me diga que cree que esto de las canciones navideñas es un invento de los hombres tal como acabamos de decir, del siglo XIII en adelante, porque me obliga a invitarlo a que juntos repasemos nuestra Biblia cuando dice:

Nehemías 12:46 (RVA) Porque desde el tiempo de David y de Asaf, {Ver 2 Crón. 29:30} desde tiempos antiguos, había directores de los cantores para cantar alabanzas y salmos de acción de gracias a Dios.

 Y además cantaban ante grandes acontecimientos y llegaban a realizar grandes esfuerzos para glorificar a Dios con sus voces, como por ejemplo:

Nehemías 12:27 Cuando llegó el día de consagrar la muralla de Jerusalén, buscaron a los levitas en todos los lugares donde vivían, y los llevaron a Jerusalén para que celebraran la consagración con alegría, alabanzas e himnos, acompañados de platillos, arpas y liras.

Pero además de todo esto, deseo recordarle también que nuestro Poderoso Señor Jesucristo nos enseñó que aún bajo el peso de la adversidad por la que estemos atravesando, Dios ve con sumo agrado que no dejemos de cantar.

Cantar cuando nuestro ánimo humano decae ante la cruda realidad que nos toque vivir se vuelve un arma poderosa contra nuestro adversario el diablo que pretende arrebatarnos el gozo y la paz que Dios nos dio. Tal fue la actitud de Jesús finalizando su “última cena”, instantes antes de ser arrestado y conducido a la muerte. Veámoslo juntos en:

Marcos 14:26 (RVA) Y después de cantar un himno, {Según las costumbres de la Pascua, de cantar uno o más de los Salmos 113-118} salieron al monte de los Olivos.

En el contexto en que este versículo está escrito descubrimos que Jesús ya sabía que todo cuanto habría de sucederle era inminente, pues profetizaba acerca de su muerte. Sin embargo, no dejó de cantar un himno de alabanza a Su Padre, Quien seguramente se llenó de gozo desbordante por la demostración de amor y sacrificio voluntario que Su Hijo hacía por Él, para reconciliar a la humanidad toda con Su Amado Padre Celestial.

En el caso de los cánticos navideños, no encontramos ningún elemento pagano, con excepción de aquellas manifestaciones que por su incomprensión acerca del amor de Dios, pudieron haber estado totalmente fuera de lugar. Gracias a los hermanos que en otros tiempos tuvieron la valentía de continuar cantando de casa en casa, es que hoy recibimos como herencia esas maravillosas canciones a las que debiéramos prestarles más atención.

¿Porqué más atención? Sencillamente porque cada vez con mayor intensidad en estas fiestas se escucha a cantantes populares entonando canciones sin siquiera una mención acerca del nacimiento de nuestro Señor (cuando no son una absoluta falta de respeto hacia Él); en vez de las dulces canciones que nos ayudan a detener el vertiginoso trajín de cada día, para dedicarle aunque más no sea “una noche en el año” a nuestro Señor.

Suelo reflexionar: Si no nos detenemos un día como en el que se conmemora nada más ni nada menos que el nacimiento único de nuestro poderoso Señor Jesucristo, que vino solamente a morir por todos nosotros, que trajo el regalo inigualable de la redención por Su sangre, es que evidentemente nuestra generación está lista para terapia intensiva de alta complejidad:

ESTAMOS MÁS CERCA DE LA MUERTE QUE DE LA VIDA !!!

Aunque mi pesar es grande, sé que jamás estaremos solos, pues si bien no brillamos tanto como debiéramos, la gloria de la excelencia de Jesús brilla por sí sola y no hace más que iluminarnos, iluminarnos e iluminarnos; y muy bien sabemos que donde hay luz, allí esta Él.

Amigos, podemos cantar con alegría !!!

 

 

La figura de papá Noel:

La figura de papá Noel o Santa Claus unifica dos tradiciones completamente distintas.

1.     Por una parte, evoca a San Nicolás, tenido por un personaje histórico, un obispo que vivió en el siglo III en la actual Turquía. Se sabe que sus restos fueron llevados luego a Bari, en Italia.
La tradición evoca su gran generosidad y la forma anónima en que hacía donaciones a los necesitados.

2.     Por otra parte, una costumbre de vikingos consistía en vestir a alguien como el “Papá Invierno” o “Viejo Invierno”, que visitaba las casas y era agasajado, pensando que con ello harían más benigna la cruda estación invernal.

Las dos figuras posteriormente se hicieron una sola y una de las características más llamativas de la influencia del paganismo dentro de lo que pretendió ser una evocación religiosa, vino a ser el llamativo traje rojo y blanco del tan conocido Papá Noel.

Su aparición es mucho más reciente: data de una campaña de la tan mentada marca de gaseosas Coca-Cola que se realizó entre las décadas del 30 y del 60. Dicha compañía vistió al tradicional personaje con sus propios colores oficiales, con tal éxito que ya se olvidaron otros posibles atuendos. Por increíble que parezca, ahora es conocido así en el mundo entero.

 

  

Reflexión final:

Si es usted una de aquellas personas que no se resignan a perder la ilusión que rodea al mítico “Papá Noel”, permítame decirle que lamento muchísimo haberle golpeado tan lindo sentimiento. Pero en rigor de verdad, si es usted una persona cristiana, prefiero que pierda un poquito apenas de ilusión y adquiera mucho más de parte de Dios.

Mientras llevaba a cabo este trabajo, mi mente se veía constantemente obligada a luchar contra un pensamiento recurrente: ¡Qué barbaridad (me decía), si nos descuidamos un poco más, ya no recordaremos siquiera a Jesús el próximo año!

E inmediatamente me pregunté: ¿Recordamos a Jesús durante la Navidad del año pasado?

Sé que en mi interior estuvo permanentemente presente, pero de glorificarlo y alabarlo como corresponde: a viva voz, con sincero orgullo, canciones y gozo en mi corazón, con una actitud humilde, con un sincero arrepentimiento por mis faltas y errores, y con un nuevo pacto renovado de intentar ser mejor en el nuevo año, todo ello con la inigualable compañía y soporte de mis familiares y amigos creyentes, lamentablemente nada.

Y esto sí verdaderamente me preocupó.

Interiormente me he propuesto intentar aunque más no sea, que esta Navidad que se aproxima nos encuentre como familia, mucho más cerca del Señor que todas las pasadas navidades. Sé que mi familia tiene una profunda necesidad del amor de Dios, y creo verdaderamente que he sido yo el escogido este año para llevarles Su Palabra de vida.

Y creo realmente que también ese puede ser su cometido en esta Navidad.

Por eso, amado hermano, quiero aprovechar esta preciosa oportunidad para invitarlo a que se anime a extender sus manos a sus familiares y amigos. No tema a su familia, porque tal vez sea ella la que más necesite de Ud., aunque jamás se lo lleguen a pedir.

Lo invito a ser un digno hijo de Dios, y humildemente lo desafío a que compruebe, después de haber dado testimonio de nuestro Padre Celestial y orado junto a los suyos, o al menos con aquellos que acepten su invitación, si esta Navidad no es para Ud. verdaderamente distinta, con más sentido espiritual que gastronómico.

Lo vuelvo a invitar, porque creo sinceramente que no soy yo quien lo impulsa, sino nuestro poderoso Señor Jesucristo, Quien le garantiza que permanecerá a su lado apoyándolo, indicándole qué hacer o qué decir conforme al corazón y las necesidades de quienes lo rodean.

La conservación de las tradiciones depende de los que las tienen que transmitir a las nuevas generaciones. Y más allá de que nosotros, como estudiosos profundos de las Sagradas Escrituras, sepamos que verdaderamente Jesús no nació un veinticuatro de Diciembre, no podemos alejar a nuestros hijos de la realidad del mundo en que vivimos, y como celebración internacional, nos guste o no también nos toca de cerca.

Por lo tanto, es nuestra elección convertirla en una brillante oportunidad de hablar de y adorar a nuestro Salvador, o pasarla lo mejor y más rápido posible, y volver a casa cuanto antes.

En este sentido, los adultos de hoy tenemos una responsabilidad especial respecto de mantener vivas las tradiciones navideñas con fidelidad a su “espíritu cristiano”:

1.     Por una parte, a nosotros nos toca conocer y comunicar el sentido profundo del acontecimiento histórico que la celebración recuerda.

2.     Por otra parte, debemos diferenciar este mensaje esencial de todo el ruido y de las luces que las costumbres no religiosas agregan y que muchas veces impiden lo primero.

 

Es necesario que los cristianos acudamos insistentemente a los relatos evangélicos del anuncio y del nacimiento de Jesús, y a los textos proféticos que lo precedieron. En ellos encontraremos ese tesoro infinito de esperanza y gozo: el niño de Belén es un signo vivo e intenso de la misericordia del Dios que envía a Su Hijo para salvación de los hombres.

1.     En la ternura del recién nacido,

2.     en la intimidad amorosa y santa de una familia que lo acoge,

3.     en las señales celestiales de Su presencia,

4.     en la comunicación del acontecimiento a pobres y sencillos,

5.     en la extensión del anuncio a los sabios de remotos países, como claro signo de universalidad;

6.     en fin, en todos y en cada uno de los elementos de estos relatos a la vez familiares y nuevos, podemos encontrar y enseñar el mensaje eterno de la Navidad.

 

Desde la fe, el Hijo de Dios que nace como todos los hombres es la afirmación de la fraternidad que nos vincula a todos, y que nos compromete a cuidar solidariamente los unos de los otros.

El don de Dios que nos regala Su propio Hijo Unigénito es una invitación a multiplicar los gestos de amor y a buscar sin desmayo la paz en el interior de cada uno, en las familias y en las comunidades, para proyectarla al mundo entero.

No soy inconsciente acerca de que bien puede Ud. lamentablemente sufrir dentro del seno de su propia familia, disensiones, enfrentamientos y contiendas que más que agradable, convierten a la Navidad en una pesadilla horrible. Sin embargo, permítame recordarle en amor, amigo mío,

1.     que Ud. es el que debe creer que Jesús vino a rescatarlo;

2.     que dentro suyo puede habitar el Espíritu Santo que nuestro Dios regala para que deje de ser débil y se convierta en un nuevo ser, absolutamente capaz de sobrellevar cualquier situación, y apto para convertir cualquier momento adverso en un glorioso día para nuestro Salvador.

Pues bien amigo, aquí tiene Ud. la mejor de las oportunidades para agradar a Dios: cuéntele a su familia quién es Jesús, qué hizo, hace y hará por Ud. y por ellos; cuánto los ama y lo ansioso que está en que cada uno de ellos lo abrace y lo reconozca en su vida como su “personal redentor”.

Es nuestra responsabilidad esforzarnos por poner de relieve, más allá de los ruidos y el despliegue visual de los adornos y los símbolos, que nuestro Señor Jesucristo, que hoy VIVE Y REINA sentado a la diestra de Dios, es el mismo que también VIVE Y REINA en la vida de todos aquellos que le abren su corazón, y es Quien renueva la esperanza y el amor, la paz y la fraternidad y el Único que puede hacer lo que ningún otro ser es capaz de lograr: “AMARLO HASTA REDIMIRLO”.

NOTA: Redención se refiere a que Cristo libra a los pecadores de la esclavitud del pecado. En los tiempos del Antiguo Testamento, a una persona con deudas podían venderla como esclava. Luego el pariente más cercano podía redimirla comprando su libertad. Cristo compró nuestra libertad. El precio fue su vida.

Repito, la responsabilidad es nuestra, y quiera Dios tener a bien concedernos la sabiduría necesaria para serle útiles en Su obra redentora de la humanidad toda.

¡Dios le bendiga en abundancia y amor! Amén.

 

En su servicio, Daniel Liandro.

 
Bienvenido a DICRES - Diseños Creativos Especiales.